Ya en algún momento había comentado que mi abuelo Roberto era un amante del cine y la fotografía. Sin embargo mi mamá siempre se quejó de no tener fotos de cuando era pequeña. Lo increíble es que con un Abuelo cinéfilo, un padre aficionado a la fotografía y una mamá con nostalgia de recuerdos visuales, en mi casa nunca hubo demasiados portaretratos. Los álbumes se quedaron congelados en cierto punto de 1986 y luego de dos décadas de vivir como un clan nomada, la historia se repitió: Alguien preguntando por las fotos familiares, un par de rumores de dónde podrían haber quedado y el penoso saldo de ejemplares únicos que se encuentran repartidos entre nuestros distintos destinos actuales. Eventos como los primeros cumpleaños, la boda de mis padres y ni hablar de su época de juventud, se convirtieron en una especie de leyendas que no me quedó otra que imaginar. No es joda mi obsesión con los objetos-testimonio. Ni hablar de que a ninguna mujer en mi familia se le ocurrió aquello de "este vestido lo usará mi hija". Ese tema tiende a ponerme belicosa pero como dice mi mamá, no se puede ser viajero y coleccionista a la vez. El bendito problemita de cuando fui de mochilera a Chiapas y tuve que quedarme 10 días en un sólo pueblo porque no había manera de moverme con todo lo que compré en el primer punto de parada.
Todo esto para compartir algunas imágenes que rescaté en aquel momento de los negativos de Roberto. Me gusta la cercanía, la sinceridad. La falta de lujos. Tengan seguro que todas las prendas que luce mi abuela, eran confeccionadas por ella misma (que fue una gran costurera aunque no tenga paciencia para esta nietecita que le presenta cosas hechas sin patrón)
Humildes retratos familiares de la clase media del siglo pasado. Y sí, este post va para mi madre, que sigue siendo la misma niña traviesa de las fotos.
Mi abuela y mi abuelo en un viaje a Cuba. Mírese que mi abuelo tiene su camarita en las manos. Amé el cuello del conjuntito de la abuela
Mi abuela y abuelo con mis dos tías mayores. No hablaré del año, pero creo por el peinado de Roberto se puede más o menos calcular
Me encantan las caritas. En cualquier época qué lindo es un niño
Este gordito no se quien es pero el pantaloncito me mata!
Ajá! Intruducing little Mi Madre, en un paseo clásico de la Caracas de Oro, el teleférico y al fondo el icónico Hotel Humboldt
Y acá de nuevo, el suetercito amarillo que me tiene enamorada. Cambio y fuera. Estoy obsesionada con la Caracas de los 50. En breve seguro el respectivo post.
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